Burbuja

- Si yo lo digo por tu bien Selene, ¿Qué quieres volver al hospital, o qué?- Le preguntó su novio preocupado.
- ¡Exageras, como siempre!, estoy de maravilla.- Respondió ella muy convencida.
- Sí, sí…La última vez dijiste lo mismo y luego fui yo quien te tuvo que llevar corriendo a urgencias. – Le recordó David.
- Bueno, está bien, sólo comeré un trozo de postre, por lo menos tendré que probarlo, digo yo- le pidió ella.
- Vale, pero el trozo lo cortaré yo- accedió él.
Después de media hora, los dos se dispusieron a prepararse para volver al trabajo.
- ¿A dónde vas con eso?- le preguntó David preocupado.
- Tengo que llevarlo al trabajo, me lo pidió Marta, que lo necesita para esta tarde.-Le respondió ella.
- ¡Ah, no, de eso nada! Vas andar con semejante peso hasta allí- contestó él indignado.
- Pero David, si son diez minutos andando- sonrió Selene.
- Te ayudaré yo, te llevaré en coche en cinco minutos.- le indicó David apresurándose hacia el garaje.
- – dijo ella pareciéndole una decisión muy cómoda.
Pasados unos minutos David dejaba a su novia en el trabajo y él entraba en su oficina. No se la quitaba de la cabeza, tenía siempre miedo de que le pasara algo. En el descanso decidió llamarla para ver cómo se encontraba.
- Hola cielo, ¿Qué tal estás?- le preguntó.
- ¡Genial!, Erika nos ha dado una sorpresa, ¡Se casa! ¿Te quieres creer? Y para celebrarlo al salir del curro nos ha invitado a todas a unas copas.- le avisó.
- ¡Qué bien! Tú y yo también tendríamos que dar el paso, eh!- le dijo él animado.
- Bueno, bueno, ya sabes que a mí todo eso me suena a ataduras, nosotros no lo necesitamos.- le respondió Selene.
- Cuando quieras venirte a casa llámame y te voy a buscar. ¿Ok? Le dijo David, que luego le colgaba y se quedaba muy intranquilo.
A la noche le llamó Erika avisándole de que Selene estaba en el hospital.
- Selene cielo, ¿Cómo estás?- le preguntó preocupado cuando la vio.
- Mal, estoy muy mareada- le contestó ella.
- Ay pobre, mi niña- le dijo David dándole un abrazo mientras la consolaba.
- Sólo tomó una cola y se le empezó a nublar la vista y a vomitar- le explicó Erika- el doctor dijo que volvía enseguida.
- ¿Una cola Selene?- le preguntó David y antes de que pudiera contestar continuó- es culpa mía. Al mediodía te dejé comer el trozo de postre y…
- ¡No te preocupes, David! si se me pasará enseguida- le interrumpió Selene quitándole importancia al asunto.
- Sí me preocupo porque no puedo confiar en ti, tendrías que gestionar las cantidades que ingieres de alimentos. Cielo, esto no es broma, no me puedes seguir dando estos disgustos.- Le contestó David con voz temblorosa.
Autora: Miriam Tejeda Gómez