Te lo prometo

Te lo prometo

Coaching Galicia Co-Razon

Hace tiempo que Mercedes y yo no salimos con los amigos ni quedamos con la familia. No quiero que la vean así y reconozco que me avergüenza ir con ella a cualquier sitio. Pienso que si no salimos de casa todo es más sencillo, es más fácil controlar que no caiga en la tentación. Intento ayudarla, hacerle ver que está acabando con su cuerpo y con nuestra vida, pero hay días como los de ayer que me entran ganas de salir de casa y no volver porque pienso que no va a cambiar nunca.

Ayer fui a recogerla a su trabajo, salí un poco antes de la oficina y pensé en darle una sorpresa. La sorpresa me la llevé yo cuando una empleada me dijo que llevaba sin ir a trabajar dos días y que estaban muy preocupados. No quise preguntarme dónde estaría porque me lo podía imaginar. Vivir con una pareja alcohólica es como tener una pareja y una hija a la vez, significa vivir con dos personas en una.

Cuando llegó a casa, le pregunté qué tal le había ido el día. Mi mujer empezó a contarme lo estresada que había estado, que su compañero no le había ayudado en todo el día, no sé qué de un cliente que se echó atrás en el último momento, etc. Entonces me enfadé, me sentí ansioso, le dije lo que había ocurrido, le empecé a echar en cara todo lo que había hecho por ella. Mercedes me dijo que yo tenía razón, que no lo volvería a hacer, que había sido un error, que era una mujer muy débil, que no valía para nada y que ya sabía que me estaba dando mucho trabajo.

  • Te lo prometo Juan- me dijo llorando- mañana voy a trabajar y ya verás que contento vas a estar. Ahora me voy a la cama, que no me siento bien.

Cuando me dijo “te lo prometo” mirándome a la cara, me dio pena, yo quiero creer que será la última vez que se exceda con el alcohol, pero son tantas veces ya…

Antes de ayer mismamente, ella quedó en hacer la compra al salir del trabajo y cuando llegué a casa, me encontré con una mísera tónica en la nevera. Me dijo que se había olvidado; que esa es otra, no puedo contar con ella para nada pues se olvida de todo, hasta de los lugares donde esconde la bebida que ya me tengo encontrado ginebra hasta en el paragüero. Eso por no hablar de nuestra relación sexual, nuestra nula relación sexual. Solo le apetece cuando bebe, yo mismo me he visto con ganas de beber para olvidarnos de todo y disfrutar mutuamente. Pero como ya señalaba el escritor William Shakespeare, las drogas y el alcohol “provocan el deseo pero frustran la ejecución”.

Además de que mi mujer ya no me resulta nada sexy, el alcohol la está degradando mental y físicamente, a pesar de llevarnos dos años, Mercedes aparenta muchos más años que yo.

Total, que no llegaba con vigilarle en casa que ahora también tendré que controlar sus horarios, no sé si pedirme una excedencia en el trabajo. Sino de todos modos, lo acabaré perdiendo porque últimamente falto mucho para tener que cuidarla.

A veces le digo, que sería mucho más fácil si fuese una niña pequeña. La encerraría en casa hasta que se curara. Pero con Mercedes no puedo hacer esto, es una mujer de cuarenta y dos años, a la que le resulta fácil consumir alcohol porque gana mucho dinero y ni se da cuenta de lo que gasta. Además, en su trabajo un día sí y otro también, ella acaba de vinos con algún cliente y una vez de que empieza, no sabe parar.

Me gustaría que Mercedes fuese siempre como la mujer que me enamoró, alegre y cariñosa. ¡Cuánto nos reímos! Aquella noche teníamos mucho por lo que brindar, pero ella se puso a llorar y yo pensé que era porque nos habíamos pasado con el alcohol. Quién me iba a decir que en ese momento me comprometía con dos mujeres a la vez.

 Autora: Miriam Tejeda Gómez

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