El Rey Mago
Era una fría tarde de invierno cuando Lucía y Oscar se conocieron.
Él trabajaba como Rey Mago unos días en el centro comercial de la ciudad. Y ella estaba comprando los últimos regalos de Navidad cuando le habló por primera vez.
- ¿Te ayudo? – Le preguntó Oscar mientras cogía un carrito que tenían de adorno en un expositor.
- La verdad es que no me vendría mal un poco de ayuda de un rey mago. ¿Puedes cargarlos en tu camello y traerlos a casa el día de Reyes?- Le preguntó ella sonriendo.
Lucía se acuerda a menudo de aquel día. Recuerda lo que le gustó Oscar, lo atento que fue con ella los siguientes meses: le invitaba a comer, al cine, se reía mucho con él y era muy cariñoso. Y ahora… ahora también es cariñoso, pero también es agresivo.
Desde que se fueron a vivir juntos, todo se ha complicado. Pero Lucía piensa que las relaciones no son perfectas, que es cuestión de aceptarle tal y como es.
Oscar cada vez llega más tarde del trabajo y no da ninguna explicación. Ayer Lucía con ánimo de mejorar las cosas, le preparó una cena sorpresa.
- ¿Y esto?- Preguntó él al llegar.
- ¿Te gusta? Es tu comida favorita, ven vamos a cenar- le respondió ella.
- ¡Es mejor pasar al postre!- Dijo Oscar con una sonrisa pícara.
- Bueno, mejor primero cenamos.- Lucía no tenía ganas más que de cenar en paz.
Él insistió con besos y caricias, pero ella no estaba por la labor.
- ¿Qué pasa? ¡Ya estamos otra vez!- decía enfadado él- mira que luego no llores cuando busque en otras lo que no me das tú.
- Amor no te enfades, claro que me apetece, pero… es que… me ha costado hacer la cena y quería…- intenta explicarle Lucía.
- Bueno, bueno- le interrumpe él- vamos a cenar, ¡pero porque tengo hambre!
Mientras se sentaba en la mesa, Oscar le preguntó dónde había estado toda la tarde.
Lucía le contó que había estado haciendo las cosas de casa y que le había ido a ayudar a su hermana con la mudanza.
- ¿Cómo?- Le preguntó con tono de enfado.
- Solo esta vez, es que necesitaba ayuda porque tenía que dejar el otro piso de alquiler y sino no le iba a dar tiempo- le explicaba ella.
- Te tengo dicho que no quiero que veas a tu familia sin que esté yo, que bien sé cómo es tu hermana, que se mete dónde nadie le llama.- le dijo él.
¿Acaso te ayuda ella a ti en algo?- le preguntaba Oscar sin darle tiempo a responder- No, claro que no te ayuda a nada porque es una egoísta, solo te llama para hacerte trabajar, pero ¿dónde estaba cuando te encontrabas endeudada? Yo fui el único que te ayudó, así que no te olvides, que si no fuera por mí…
- Sí, ya sé- le dijo Lucía confirmando que tenía razón.
- Venga y ahora, vamos, ya vale de cena- le dijo Oscar mientras la le levantaba de la mesa y la cogía por la cintura para llevarla a la habitación.
- Pero si no hemos acabado de cenar- le decía ella mientras miraba hacia la mesa e intentaba volver a ella.
- Que no, si ni siquiera sabes cocinar, la comida está sosísima- le decía él mientras la iba desnudando.
- No, Oscar por favor, así no- le pedía ella con miedo de que ocurriese igual que otras veces.
- ¡Venga, no te hagas! Si ya sé yo que cuando dices no, quieres decir sí. ¡Quién te lo iba a decir que ibas a atrapar a un buen partido como yo!- se reía mientras la tiraba sobre la cama.
- ¡Oscar, así no, por favor!…- le rogaba Lucía entre lágrimas mientras él le agarraba con violencia y la atacaba sexualmente.
A día siguiente, Oscar le hizo el desayuno a Lucía y le dijo que siendo domingo podían ir a dar un paseo. Lucía no tenía ganas, se sentía mal, pero pensó que todavía se estaban adaptando el uno al otro y que todo mejoraría.
Pasaron la tarde paseando por la ciudad, alrededor del río, agarrados de la mano.
Autora: Miriam Tejeda Gómez