Delirio

Delirio

¡Esta se cree que soy tonto!

¡Mira qué horas! Las nueve y diez… veinte minutos más tarde que ayer. Para que luego me diga que no hace falta que vaya a buscarla.

Claro, de escolta ya tiene a ese Martín de los cojones que la trata como si fuera la reina de Inglaterra y no para de ponerle ojitos.

El otro día, sin ir más lejos, se creen que no me doy cuenta pero estoy en todas, que tonto no soy. Haciéndose los amables:

  • ¡Anda Alberto, tómate algo con nosotros hombre!

Total, para estar con ella más tiempo claro. ¡Es que se la comía cuando la miraba! Tuve que contenerme para no partirle la cara.

Desde que trabaja fuera, ella es así, es su naturaleza, le gusta coquetear. No va y me dice el idiota de Esteban, el de la frutería:

  • ¿Qué tal Roberto? Cuánto tiempo sin vernos. Recuerdos a tu mujer, ¡chico que le haces que cada día está más guapa!

¡Estúpido!… Así ando de los nervios, que no me centro. En el trabajo ya me han dicho que ando en babia, cualquier día tengo un accidente con la carretilla y me cargo a alguien. A López el primero por reirse de mí. Que cree que no veo su sonrisa sacarrona cuando habla con Rosa la de la oficina mirándome por el rabillo del ojo.

A él también le parece que está buena mi mujer, ya vés, ¡que cruz, por qué no me habré casado con una fea!

Esto no puede seguir así, mira ahí llega, me va a oír:

  • Belén, estaba preocupadísimo, te parece normal llegar tan tarde, ni me llamas…
  • Ya estamos, ¿Vas a estar así todos los días?
  • ¡Anda, que ahora voy a ser yo el malo… pero si llegas media hora tarde!
  • ¿Tarde? ¿Habíamos quedado y no me he enterado? ¡Pero si son las nueve y veinte, que tarde ni que tarde! Además tú también tienes teléfono si estabas tan preocupadísimo…
  • Y mira que pintas traes, ¡Que ya no tienes quince años para llevar esas faldas cortas que me llevas! Y luego así pasa lo que pasa…
  • ¿Qué es lo que pasa? ¿De qué hablas? ¡Mira no puedo más con tus celos eh!
  • Yo tampoco puedo más, para la próxima voy a buscarte y pobre del que esté contigo, solo te digo eso.
  • Mira no sé si llorar o reír de lo enamorado que te veo, ¡ay Alberto, Alberto…!

Autora: Miriam Tejeda Gómez

 

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