Hiperconectados
Carlota y Martín se conocieron por twitter hace un año y medio. Se gustaron y se pasaron el whatsApp. Era verano y estaban de vacaciones, por lo que las redes sociales les ayudaron a conocerse mejor. Tras las vacaciones decidieron ponerse en contacto personalmente y hace seis meses se animaron a vivir juntos.
Pero Carlota está desencantada porque Martín no cumple las expectativas que ella se había creado con la información de las redes sociales. Sin embargo, cuando la entrevisto me comenta que la convivencia estaba siendo muy fácil.
- ¿Cómo? No lo entiendo Carlota, si dices que estás a disgusto con vuestra relación, cómo puede ser que se te haga fácil convivir con Martín- le pregunto.
- Te explico, todos los días la misma rutina:
Suena su móvil de despertador y mientras desayunamos él contesta a todos los grupos de WhatsApp, que le hablaron por la noche (sus padres, fotos de Quique de la juerga de anoche, el grupo del trabajo con videos de humor…). Muchas veces le doy un beso de buenos días y ni se entera.
Al mediodía comemos juntos y yo aprovecho para contarle todo lo que me ocurrió en el trabajo, pero no me escucha. Vamos que de vez en cuando contesta, asiente, pero yo sé que en el fondo no le interesa y está desconectado.
Después volvemos al trabajo y para mi sorpresa, a veces me manda correos divertidos o mensajes al WhatsApp.
Es curioso, me resulta más sencillo llevar una conversación por mensajes porque me contesta seguido y muestra interés por lo que me ocurre o lo que siento.
Al salir del trabajo, solemos ir a dar un paseo, aunque estas últimas semanas ya no quiero acompañarle.
- ¿Y eso?- Le pregunto con curiosidad.
- Porque se para todo el tiempo a hacer fotos y subirlas al Facebook y creo que solo quiere que vaya con él para enseñarle a sus amigotes lo bien que supuestamente nos lo pasamos juntos.
A la noche entre el partido del miércoles y el del sábado solo hay tiempo para el fútbol. Se prepara su cena y se va al salón a ver la tele. Suelo sentarme junto a él para no cenar sola, aunque… ¡En fín!- me sigue contando Carlota- Por lo tanto, la convivencia con Martín es sencilla, no discutimos, la misma rutina todos los días… Es como vivir sola, pero de vez en cuando él se hace presente.
- Ya veo lo que quieres decir- le digo triste-¿Y has probado a quejarte de la situación?
- Sí, como estoy cansada de que esté revisando mensajes en el móvil mientras le hablo, hace poco probé a escribirle mensajes- me cuenta entre risas- ¡Ojo, que funcionó! Estuvimos toda la noche hablando, primero de broma, pero luego en serio. Dijo que exageraba un poco, pero que iba a intentar dejar el móvil “aparcado” mientras hablamos.
- ¡Buena idea!- exclamo emocionada.
- Bueno…Al día siguiente ya estaba con él otra vez en la mano mientras le comentaba los planes que habia pensado para el fin de semana. Siempre tiene alguna excusa, algo urgente que contestar, ¡de vida o muerte!- exclama resignada Carlota.
- Vaya, lo siento -le respondo.
- A veces pienso que está con otra mujer, me entran unos celos horribles e incluso le miro los mensajes del teléfono sin que se entere.- Me cuenta preocupada.
- Pero Carlota… ¡Es la intimidad de Martín!- Exclamo sorprendida.
- Ya, ya sé, luego me arrepiento, pero en esos momentos de sospechas… De todos modos, no encontré nada que echarle en cara, como no se esté liando con el compañero de trabajo que es con quien más habla- dice sonriendo a sabiendas que no es posible.
- Muchas gracias por tu generosidad a la hora de compartir todo lo que sientes- le digo agradecida mientras doy por terminada la conversación.
- De nada, ojalá haya a quien le sirva de ayuda.
Autora: Miriam Tejeda Gómez