Rigoberto Preguntas

Rigoberto Preguntas

Rigoberto Preguntas a sus ocho veranos

No comprende las cosas de los seres humanos

¿Acaso no parecen las conciencias dormidas?

¿Por qué hay tantas guerras y hay tanto dolor?

¿Por qué ya nadie mira los magnolios en flor?

¿Por qué unos tienen hambre y otros tiran comida?

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Le formula a su mamá las preguntas concretas

Pero ésta, impaciente, le despacha con tretas

— Mamaíta querida, necesito respuestas

— Rigoberto, amorcito, ve a jugar a otro lado,

Los mayores, ya sabes, estamos liados

Y yo estoy exhausta y necesito una siesta.

Rigo, infatigable, a su papá va a buscar

Él ordena papeles, sin parar de protestar.

— Gastamos en exceso — murmura preocupado.

— No deseo agobiarte con mis asuntos—

responde Rigoberto, escurriendo presto el bulto

y se marcha por la puerta, con aspecto desdichado.

Se marcha a la montaña a buscar al Oso Pardo

Y pide soluciones a cambio de anacardos

Oso lo agradece, mas responde a Rigoberto

— Hace tiempo que entendí, que es mucho más sencillo

Que mañana vaya yo y me enamore de un grillo

Que saber porque el humano a veces es tan lerdo.

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Rigo, sin descanso, sigue y sigue caminando

Llega a la mar y pregunta al pez que va nadando

— Señor, si es tan amable responda un par de dudas

— Voy con prisa, Rigoberto — sopla el pescadito—

La almadraba viene pronto a buscar a los bonitos.

Y huyen los atunes hasta el agua más oscura.

Rigo se ha sentado con las manos en la frente

De pronto se levanta. Es un chico inteligente

— Voy a ir hasta al cielo y le preguntaré al mismo Creador

Las misteriosas leyes que rigen nuestro mundo

El de los muy ricos y el de los vagabundos

Pero… ¿cómo he de hacer para llegar hasta el Señor?

En estas reflexiones estaba Rigoberto

Cuando vio a un águila volando por un huerto

Le pide que pare y le pregunta muy contento

— Ave voladora ¿Puedes llevarme en tu lomo?

Ella niega tajante. No tiene tanto aplomo.

Dice de mal modo: Vete a otra con tu cuento.

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Rigo sigue andando. Ve un halcón en una roca

Está enfadado y cualquier cosa le provoca

Nuestro amigo, educado, decide echarle valor

¿podría llevarme volando a ver al mismo Dios?

Ni lo sueñes muchacho. Mis alas no son de dos

Vuelo siempre solo, y jamás con tanto calor.

Ya al final, muy fatigado, Rigoberto se queda dormido

Triste y apenado, por no haberlo conseguido

Duerme y un Ave Fénix se le aparece en sueños

Yo te llevo al cielo, dice. Agárrate fuerte

Le lleva a los astros, en donde habita la suerte

Y llega hasta el Edén, y dan pronto con su Dueño.

— Soy Dios, Rigo. Aún no es la hora de tu fiesta

— Lo sé, dice el niño. Vengo en busca de respuestas.

Dios le hace sentarse en sus robustas rodillas

Y dice con voz grave que el mundo es un tablero

Los hombres juegan solos y según sea su esmero

De su obra surge el desastre o tal vez, la maravilla.

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Rigoberto despierta. Ya es adulto, ha crecido

Ha aprendido muchas cosas del sueño vivido.

Vuelve a casa con sus padres, alegre y animado

Sabe todo aquello que le depara su suerte.

Dedica su talento a elevar casas y puentes

Y comparte lo suyo con los necesitados.

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Pasan años y vuelve a sentarse con el Señor

— Has jugado muy bien en el tablero del Amor.

Pasa a la fiesta de los que ganan la partida

Beben soda, cantan, y juegan en toboganes

Y reparten cada tarde los peces y panes

Bienvenido Rigo, a las respuestas de tu vida.

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Autora: Macarena Fedriani Torres

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